SI, MERECE LA PENA DEFENDER LA DEMOCRACIA

En la carta del Presidente es preciso distinguir la confesión puramente personal del potente mensaje político que comparte con la ciudadanía española.

En el aspecto sentimental solo cabe entenderle, respetarle y brindarle todo el apoyo por parte de quienes le tenemos sincera admiración y afecto.

Pero el plano más emocional, siendo clave para explicar la situación que vivimos, no ha de ocultar la trascendencia de las consideraciones políticas que nos traslada aquel que ha obtenido legítimamente la confianza para gobernar el país.

Lo que ha hecho Pedro Sánchez es situar a la sociedad española ante un espejo, para enfrentarnos de forma abrupta ante el deterioro democrático en el que nos sume el juego sucio de quienes no admiten quedar fuera del poder.

El Presidente ha puesto pie en pared y se ha negado a dar normalidad a lo que no es normal.

Porque no es normal ni aceptable que la derecha política, económica y mediática, junto a sus terminales cómplices en gremios claves, practiquen estrategias de desestabilización para tumbar al Gobierno salido de las urnas.

Con el raro paréntesis de la Transición Democrática, la derecha española ha demostrado a lo largo de la historia pocos escrúpulos en los caminos que emprende para acceder al poder. Desde la llegada de Aznar, todo le ha valido, lo lícito y lo ilícito, lo legal y lo delictivo incluso, para alcanzar o conservar lo que consideran su derecho natural a mandar.

Esa historia incontestable converge ahora con la oleada ultra, populista y de extrema derecha, que asola buena parte de las democracias del mundo, proporcionando nuevos discursos, nuevas tácticas y nuevas herramientas para combatir a los gobiernos progresistas y sus políticas de avance social.

En España, muy especialmente desde la llegada de Feijóo al liderazgo del PP, la derecha ha practicado el bloqueo de instituciones fundamentales para el funcionamiento de nuestro sistema político, como el gobierno del Poder Judicial. Ha hecho uso espurio de otras instituciones, como el Senado, para obstaculizar las iniciativas de la mayoría parlamentaria legítima.

Han acudido a las instituciones europeas con el propósito de impedir la llegada a nuestro país de ayudas imprescindibles, o con la idea fallida de que relatores internacionales inspeccionen, juzguen y tumben las iniciativas legales de nuestro parlamento.

Practican por sistema la llamada estrategia del bulo, mediante la que lanzan infundios a través de medios financiados por la propia derecha, para utilizarlos luego falazmente contra el adversario político en los grandes escenarios institucionales y mediáticos, con grave daño personal incluso.

En suma, generan un clima de desestabilización e ingobernabilidad, que daña el interés general y socava las bases de la propia convivencia democrática.

Y tales estrategias desestabilizadoras merecen una respuesta. En defensa de la democracia. Cabe planear y aplicar las reformas institucionales y legales precisas para eso, para defender la democracia del juego sucio, de los bloqueos, de los bulos, de la destrucción del adversario por medios ilegítimos…

Merece la pena.

Porque hemos hecho mucho por este país y por su gente, por la justicia social, por el progreso económico, por la modernización, por la conquista de nuevos derechos, por la integración territorial, por la convivencia.

Porque queda mucho por hacer.

Y porque hay que pararles.

Sí, merece la pena, Presidente.

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